Partos que sanan: Mi experiencia como mamá y lo que aprendí sobre la culpa y la preparación

«Un parto puede sanar otro». Cuando escuché esta frase por primera vez, me pareció algo poético, casi irreal. No entendía cómo podía suceder algo así, hasta que lo viví en carne propia.

La culpa tras un parto es un sentimiento del que no solemos hablar abiertamente. Sin embargo, muchas de nosotras lo hemos experimentado.

Aún recuerdo la frase de una matrona en el hospital: «No comprendo por qué algunas mamás sentís culpa tras el parto.» Me dolió porque yo era una de esas madres. Durante mucho tiempo sentí esa carga tras mi segundo parto, y cuando estaba embarazada de mi tercer hijo, temblaba de miedo al pensar que podría repetir la misma experiencia.

 

MeiChila Hoppediz Florencia
portabebé

El peso de las expectativas y la culpa

Con mi segundo embarazo, tenía el objetivo claro de que quería un parto más natural y respetado que el primero.

En mi primer parto había ido «a ciegas», sin mucha información ni herramientas.

Para el segundo, había leído, investigado, hablado con mi matrona (pro crianza natural) y explorado blogs y redes sociales sobre partos respetados.

Me negué rotundamente a usar la epidural.

Quería vivir el proceso con toda su intensidad, pero no estaba preparada para lo que eso significaba realmente.

A pesar de estar tumbada en una habitación helada, conectada a monitores y guiada por un matrón maravilloso que creía profundamente en los partos naturales, el dolor fue tan intenso que terminé pidiendo la epidural.

En ese momento, sentí que había «fallado». Había idealizado tanto el proceso que, al no poder soportar el dolor, pensé que no era lo suficientemente fuerte.

Mi hijo nació sano, pero yo sentí que no había logrado lo que me había propuesto.

Y esa culpa se quedó conmigo durante mucho tiempo. La maternidad es un viaje hermoso, pero también está lleno de expectativas y presiones. Muchas veces, nos ponemos metas que, al no alcanzar, nos hacen sentir menos madres o insuficientes.

 

Bandolera de anillas Little Frog Tencel Rocky
bandolera de anillas

Un tercer parto que me sanó

Cuando quedé embarazada de mi tercera hija, sabía que necesitaba abordar ese miedo y sanar la experiencia anterior.

Esta vez, me rodeé de mujeres que habían vivido partos naturales y respetados.

Había oído tantas historias inspiradoras, incluso de partos en casa, que me sentía motivada pero también ansiosa. Una prima de un familiar, que había dado a luz en casa, me ofreció consejos; amigas me pasaron sus planes de parto, pero al leerlos, me sentí aún más abrumada.

Al final, tomé la decisión de hacer lo que fuese necesario para sentirme en paz con mi experiencia, sin importar si eso incluía la epidural o no.

Mi doula, una amiga maravillosa, me dijo algo que se quedó conmigo: «Escucha a tu cuerpo y haz lo que te haga sentir segura.»

Esa noche, con contracciones cada 10 minutos, me quedé en casa lo más tranquila posible.

Pensaba: «Quiero estar en mi cama, calentita, no en un hospital frío.» Cuando las contracciones se intensificaron, decidí ir al hospital.

Llegué con 6 cm de dilatación y pedí la epidural sin culpa ni remordimientos.

Fue un parto maravilloso. Tres horas después, tenía a mi hija en brazos, y el momento en que me la colocaron sobre mi pecho fue indescriptible. Me emociono al recordarlo. Ese parto no solo me dio a mi hija, sino que también sanó la culpa que había llevado conmigo desde el anterior.

 

porteo y vínculo con tu bebé
Porteo y vínculo

 

Reflexiones sobre la maternidad, la culpa y lo «natural»

A veces, en nuestra sociedad, se nos pone una presión inmensa por cumplir ciertos estándares: dar a luz sin epidural, dar el pecho exclusivamente, portear desde el primer día…

Y si no lo logramos, sentimos que hemos fallado como madres. Pero no estamos preparadas para muchos de estos desafíos porque no hemos crecido viéndolos como algo normal.

Por ejemplo, muchas queremos dar el pecho, pero no sabemos cómo hacerlo porque no lo hemos visto en nuestra infancia.

Jugábamos a dar biberones a nuestras muñecas, y el acto de amamantar nos resulta extraño o desconocido.

Cuando enfrentamos problemas, recurrimos a pediatras o familiares que, muchas veces, tampoco tienen conocimientos en lactancia materna.

Y cuando la lactancia fracasa, la culpa vuelve a aparecer: «Quería dar el pecho, pero no pude.»

Con el porteo pasa algo similar.

Aunque ha sido una práctica natural durante siglos, en nuestra sociedad no es «lo normal».

Aprender a portear a un recién nacido puede ser un desafío. Incluso para mí, que tenía experiencia porteando a mi segundo hijo, me costó encontrar la postura adecuada con mi hija recién nacida en una bandolera de porteo.

Tuve que pedir ayuda a una amiga asesora de porteo, enviarle fotos y seguir sus consejos para mejorar.

 

Prepararnos para lo que realmente importa

 

Durante el embarazo, muchas de nosotras nos obsesionamos con preparar «todo lo necesario» para el bebé: la cuna, el carrito, los biberones, la ropa…

Pero olvidamos que lo más importante para un recién nacido es el calor de nuestro cuerpo, nuestro olor, nuestra voz. Los bebés necesitan una «extensión del útero», lo que algunos llaman la estero gestación. Ese período en el que seguimos siendo su refugio y su «casa» fuera del vientre.

Por eso, creo que preparar un portabebés ergonómico debería estar en las primeras líneas de cualquier lista de cosas para la llegada del bebé.

Ya sea una mochila como la Neko Baby, una bandolera de anillas, un fular o una meichila, el porteo es mucho más que una forma de llevar al bebé: es un acto de amor que favorece su desarrollo emocional y físico.

Cuando preparamos el portabebés antes del nacimiento, aprendemos a usarlo con calma, lo lavamos, lo sentimos.

Así, cuando llega el bebé, estamos listas para darle ese contacto constante y amoroso que necesita. Esto no solo ayuda al bebé, sino también a nosotras como madres: reducimos el estrés, nos sentimos más conectadas con ellos y fomentamos un apego seguro.

 

Bandolera lennylamb
Bandolera

 

Hacia una maternidad más realista y empática

Es importante que como sociedad normalicemos lo que es natural: parir, dar el pecho, portear… Pero también debemos hacerlo con empatía y sin imponer expectativas inalcanzables. Cada madre y cada bebé son únicos, y lo que funciona para una no necesariamente funcionará para otra.

Si estás embarazada, mi consejo es: infórmate, rodéate de personas que te apoyen, y escucha a tu cuerpo. Y recuerda, no hay una forma «perfecta» de ser madre. Lo más importante es que tú y tu bebé estén bien, física y emocionalmente.

Como madre y asesora de porteo ergonómico , sé que la maternidad está llena de desafíos, pero también de momentos hermosos.

Cada experiencia nos enseña algo valioso.

Y, a veces, un parto puede sanar otro, igual que un abrazo puede sanar un día difícil. 

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *